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El amor es una construcción social y cultural que sienta sus bases en las creencias, costumbres y normas de una determinada sociedad. Frente a esto, el amor romántico ha tenido un lugar protagónico porque se ha encargado de imponer y perpetuar el “ideal romántico” de nuestra cultura; estableciendo ciertos patrones que deben estar presentes dentro de un vínculo amoroso. Nos dice “cómo” y “a quién” debemos amar.
La idealización es uno de sus pilares fundamentales. La entenderemos como el modo en el que engrandecemos algo o alguien más allá de sus características reales. No obstante, cuando la realidad se contrapone con esta fantasía, la decepción y la desilusión entran en acción pues estas expectativas que teníamos sobre “cómo debería” ser el amor; se rompen.
Pero ¿cómo se va instaurando a nivel colectivo este modo de vincularnos? Podemos encontrar la respuesta en tres elementos históricos relevantes: la Ilustración, el movimiento romántico y el patriarcado. Los primeros dos surgen en Europa a mediados del siglo XVIII y XIX, promueven la libertad individual e influyen en la percepción cultural de amor, es así como se comienza a retratar el amor como una fuerza poderosa y transformadora en la vida de las personas. Por su parte, el patriarcado refuerza los roles y estereotipos de género.
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A partir de esta mirada, las mujeres deben cumplir con ciertas características, como ser tolerantes, cuidadoras y dependientes. Los hombres, en cambio, deben ser seres independientes, fuertes y conquistadores. La construcción social de lo “femenino” y “masculino” comienza a determinar la interacción, comportamiento y expectativas dentro de una pareja. De hecho, se han ido construyendo una serie de mitos que, junto con lo anterior, refuerzan la idea del amor romántico: el amor debe ser un constante sacrificio; el amor todo lo puede y perdona; solo amaremos de verdad una vez en la vida.
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Esta forma de percibir el amor, basada en el ideal romántico, puede tener diversas consecuencias. Existe la posibilidad de normalizar comportamientos abusivos por parte de la pareja, como celos, control excesivo e incluso maltrato físico y/o psicológico. De igual manera, se van creando expectativas poco realistas sobre el amor, lo cual puede generar frustración y decepción. Esta situación puede desencadenar una serie de cuestionamientos e interrogantes en la persona, como por ejemplo: "¿Acaso no seré suficiente? ¿Soy una persona difícil de amar? ¿Qué estoy haciendo mal?”. Asimismo, esta idea de amor sienta sus bases en una relación heteronormada, invalidando otras formas de amar que no sean entre un hombre y una mujer, fomentando así la discriminación hacia la comunidad LGBTQ+.
El amor romántico nos enseña que dependemos de una pareja para ser felices. No basta con el amor que otras personas significativas me puedan ofrecer. Ir deconstruyendo esta idea sobre el amor nos ayuda a ser más conscientes de nuestra manera de amar y de recibir afecto. Nos hace más libres de estos mandatos sociales que dictaminan lo que se debería lograr o no a nivel amoroso. Somos suficientes, con pareja o sin ella. Nuestra historia no comienza a ser relevante sólo por estar al lado de un hombre o mujer.
El amor no tiene que ser un constante sacrificio, ni tampoco debe poder con todo. El amor alivia, no daña.
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